miércoles, 4 de mayo de 2011

John William Cooke

John William Cooke (La Plata, 14 de noviembre de 1920 Buenos Aires, 19 de septiembre de 1968)

El primer soldado de Perón

Luego del golpe de Estado del 20 de septiembre de 1955, Perón desde el exilio apostó por una estrategia desestabilizadora porque creía que llevando el país a una guerra civil conseguiría recuperar el poder. El hombre al que Perón delegó el control de sus fuerzas en el país –unas fuerzas fragmentadas en todo sentido– fue John William Cooke, un joven cuadro muy respetado por las bases y de fidelidad ciega al líder. Durante casi 5 años, Cooke tuvo que luchar contra el régimen y también contra lo que el mismo Perón hacía con la otra mano. Finalmente, cuando más cerca parecía el triunfo, fue Perón quien lo desplazó del cargo y, también, como se vería, lo obligó a un exilio que resultó ser final.

El heredero

El 16 de junio de 1955 a las dos menos veinte de la tarde, 30 aviones de la Marina de Guerra tripulados por pilotos de esa fuerza y voluntarios civiles bombardearon Plaza de Mayo. 350 personas murieron y más de 2 mil resultaron heridas.

Aquella tarde, los rumores en las calles insistían con lo mismo: van a entrar en la Casa Rosada, decían, van a matar a Perón.

Por las atestadas calles del centro, repletas de gente que huía de la masacre, caminaba un hombre gordo, de seño severo. Vestía de traje y llevaba un bolso en las manos. Siguió hacia el río y tomó por la avenida Madero hasta el Ministerio de Marina, donde se detuvo junto a la puerta. Sacó del bolso su revólver 45 y vació tres cargadores contra el frente del edificio. No se detuvo hasta haber acabado con todas sus municiones. Entonces, se acomodó el saco y volvió sobre sus pasos, hasta el Ministerio de Guerra, donde estaba el presidente.

Al llegar, John William Cooke encontró un hervidero de funcionarios, dirigentes, militares que aún eran fieles al presidente, agentes de inteligencia, algunos parlamentarios y unos cuantos periodistas. El general estaba en su despacho, solo.

Pasaron pocos minutos hasta que Perón lo mandó a llamar. Era la primera persona con la que pidió hablar desde que comenzaron los bombardeos. Cooke encontró en el despacho a un hombre saludable, muy seguro de sí mismo.

- Hay que preparar la contraofensiva.-le avisó Perón-, vos vas a ser mi secretario de asuntos técnicos.

- Disculpe, mi general, pero no puedo aceptarlo. Hoy no es tiempo de la técnica, sino de la política.

John William Cooke había nacido 35 años antes, el 14 de noviembre de 1919, en la calle 50 –entre 4 y 5- de La Plata. Su madre se llamaba María Elvira Lenci y su padre, Juan Isaac Cooke, era un prestigioso jurista radical antirigoyenista.

La influencia de su padre lo llevó a seguir la carrera de derecho al terminar su secundaria. Eran los años de la Segunda Guerra Mundial y todos debían inclinarse hacia alguno de los dos bandos. Debido a su educación –en su casa se hablaba en inglés-, John William no dudaba en definirse como anglófilo en los debates que mantenía con los integrantes de la Federación Universitaria de La Plata.

En 1945 se recibió de abogado y al poco tiempo, en agosto, su padre –que ya había sido diputado y embajador en Brasil-, fue designado ministro de Relaciones Exteriores por el presidente Edelmiro Farrell.

Luego del 17 de octubre, Cooke encontró en el peronismo el espacio que buscaba para la militancia política. En las elecciones legislativas que se llevaron a cabo al mes siguiente, Cooke formó parte de la lista para diputados por Capital Federal, junto con Eduardo Colom, Ernesto Palacio, Ricardo Guardo y César Guillot, entre otros.

Fue el diputado más joven en las filas del movimiento que llegaba para cambiar la cultura política del país. Desde su rol como presidente de la comisión de Asuntos Constitucionales promovió un proyecto de reforma que marcaría las pautas para la que Perón llevaría a cabo en 1949.

Fue en esta época en la que conoció a Arturo Jauretche y Darío Alessandro (padre), que se acercaban desde FORJA a las filas del peronismo.

Su labor como parlamentario fue muy destacada tanto por la agudeza de sus análisis como por la virulencia de sus discursos, despertando recelo dentro de ciertos grupos del mismo peronismo. Su mandato concluyó en 1952 y Cooke no se presentó para ser reelecto.

Algunos señalan al contraalmirante Alberto Tesaire, un militar con influencia sobre el presidente, como el artífice de la maniobra para dejarlo de lado.

En esta época, Eva Perón le ofreció a Cooke la dirección del Diario Democracia, cargo que él no aceptó.

Así, durante esos tres años hasta que las bombas comenzaron a resquebrajar las estructuras del poder peronista, Cooke se dedicó al trabajo de base, recorriendo la ciudad, el conurbano y el país para dialogar con obreros y con estudiantes, a quienes sorprendía con su solidez ideológica y su claridad dialéctica, ganando una fama y un respeto que para 1955 ya eran nacionales, al tiempo que ganaba, también, enemigos.

El día después de las bombas, Cooke comenzó a ejercer el nuevo rol que Perón le había encomendado: interventor del partido Peronista en la Capital Federal. Visitaba sindicatos y unidades básicas promoviendo lo que para entonces él ya veía como la única salida posible para el movimiento, amenazado por un ejército cada vez más violento y radicalizado.

Cooke creía que el método era la movilización popular combinada con la resistencia armada. Buscaba organizar una guerrilla urbana que pudiera frustrar el golpe de estado a través de ataques a blancos estratégicos, y que estas acciones estuvieran respaldadas por todo el pueblo.

Entre los militantes peronistas que buscaban su consejo y se ponían a sus órdenes en los días posteriores al bombardeo, reconoció a una mujer a la que había conocido casi una década antes, en un seminario en el centro de estudios que por entonces dirigía Ricardo Guardo.

Se trataba de una profesora de Letras pocos años menor que él, cuya belleza y carácter le habían reportado cierta fama dentro del peronismo porteño. Hacía poco se había divorciado del diplomático Pedro Catella y regresado de México, donde vivía. Se llamaba Alicia Eguren. Cooke no debió hacer demasiado para seducirla. A ella la enamoraron su vehemencia y su discurso que, ya para entonces, acercaban al socialismo el movimiento por el que luchaban

Mientras tanto, como interventor, encontraba que las estructuras del peronismo estaban burocratizadas y corrompidas. "La burocracia no es para Cooke un conjunto de hombres más o menos malos o ineficaces. Se trata en cambio, en lo interno del movimiento, de una conducción sin política de fines, o aún más concretamente, un sistema de conducción del movimiento que carece de una política de poder". La burocracia era el polo negativo del peronismo, el lado reaccionario opuesto al peronismo revolucionario.

La cúpula militar, así como sectores de la misma dirigencia peronista veían con malos ojos la labor de Cooke. Ya algunas semanas antes del golpe de Estado del 20 de septiembre, la Policía Federal emitió una orden de arresto en su contra que nunca llegó a hacerse efectiva.

Ese 20 de septiembre lo encontró, una vez más, junto al líder, en el ministerio de Guerra. Cooke trataba de convencerlo de que abandonara su refugio, que le hablase al pueblo por radio, que encabezara personalmente la resistencia y que instalara unidades militares en todas las plazas del gran Buenos Aires.

Después de que el golpe triunfara, Perón escribió desde el exilio: "El doctor Cooke fue el único dirigente que se conectó a mí y fue el único que tomó abiertamente una posición de absoluta intransigencia como creo yo que corresponde al momento que vive nuestro movimiento. Fue el único dirigente que sin pérdida de tiempo construyó el Comando de Lucha en la Capital y el único que mantuvo personalmente enlace conmigo"

Durante el primer mes de la presidencia de Eduardo Lonardi, Cooke comenzó a organizar milicias populares en los barrios, a espaldas del Consejo Superior Peronista,conformado por militares y burócratas, quienes temían que formase una estructura de poder paralela.

Por entonces, se refugiaba en el departamento de su amigo el historiador José María Rosa. Allí recibió la noticia de la detención de Alicia. La arrestaron pocos días después del golpe y estuvo presa en la cárcel de Olmos.

Cooke corrió la misma suerte unas semanas después. El día en que la Revolución Libertadora cumplía un mes, el 20 de octubre de 1955, intentó viajar a Asunción para entrevistarse con Perón. Lo delató un policía infiltrado en el movimiento y fue detenido y llevado a la cárcel de Las Heras.

Aunque permanecía en prisión, Cooke continuó dirigiendo la resistencia a través de Raúl Lagomarsino y su gran amigo César Marcos. En la cárcel de Las Heras estaba el 9 de junio de 1956, el día de la operación masacre, cuando se reprimió un alzamiento militar pro peronista encabezado por el general Juan José Valle. En algún momento antes del amanecer del día 10, entraron a su celda y lo llevaron hasta el patio, donde vio al resto de los detenidos políticos peronistas. Los hicieron pararse frente a una pared, les ataron las muñecas y les taparon los ojos con un pañuelo. Los tuvieron así hasta las 6 de la tarde, cuando los llevaron de regreso a sus celdas.

Poco después fue trasladado al penal de Ushuaia. En pocos meses lo trasladaron en Caseros y luego de nuevo en Ushuaia. En octubre de 1956 fue nuevamente a Las Heras. Luego lo llevarían otra vez a Caseros y finalmente sería destinado a la cárcel de Río Gallegos.

Desde prisión mantenía frecuentes intercambios epistolares tanto con Perón, exiliado en Panamá, como con Alicia, aún en Olmos. También enviaba, por carta, instrucciones para Lagomarsino y Marcos, que desde la Capital coordinaban la resistencia.

"En ese momento el peronismo era un peronismo obrero, básicamente", según explica el historiador Norberto Galasso. La resistencia se estructuraba alrededor de las comisiones de cada fábrica, ya que los sindicatos permanecían intervenidos. La estrategia de Perón parecía apuntar hacia la sublevación armada: importantes sectores de las fuerzas aún respondían a él, aunque pronto fueron pasados a retiro o encarcelados.

En este escenario, Cooke era la figura idónea para representar al jefe. Valiente, radical, respetado por las bases y, lo que es más importante, sumamente fiel. Perón sabía, además, que importantes sectores del movimiento no estarían contentos con esa designación. Así, se aseguraba que no pudiera acaparar todo el poder.

Aún en Caseros, a principios de noviembre de 1956, John William Cooke recibió una nueva carta de Perón, la más famosa de la tupida correspondencia que mantuvieron en esos años. El líder, desde Caracas, hacía la concesión de poder más importante de su vida. Autorizaba a Cooke a asumir su representación "en todo acto o acción política" y lo reconocía como "único jefe" del movimiento. "En caso de fallecimiento –concluía la carta-, en él delego el mando".

"En ese momento –explica Galasso-, Cooke era la expresión de la política de Perón, que en estos años era una política de bombas, de huelgas, una política netamente de resistencia".

Ya un par de meses antes, Perón le había escrito al doctor Juan Isaac Cooke sobre el tema. "Ud. sabe que su hijo es el único hombre del movimiento que tiene documentos míos que lo autorizan a proceder en mi nombre y representación en cualquier momento. Siempre he pensado si no le habrán secuestrado esos documentos y a eso obedece la persecución despiadada de que es objeto", revelaba.

El 18 de marzo de 1957, Cooke protagonizó la famosa fuga del penal de Río Gallegos junto al industrial Jorge Antonio, el secretario de Perón Héctor Cámpora, el dirigente de la derecha peronista Guillermo Patricio Kelly y lo gremialistas José Gomis y José Espejo.

Cuentan que el auto que los llevaría hasta Chile demoró casi media hora en llegar y que, mientras esperaban, Cámpora preguntó: "¿Y si nos fugamos otro día?".

Desde Punta Arenas fue trasladado a Santiago, donde el gobierno chileno lo mantuvo algunos meses preso. Todos los pedidos de extradición de parte del nuevo presidente militar, Pedro Aramburu, fueron rechazados. Cooke seguía coordinando desde la cárcel las acciones de distintos grupos de la resistencia. Una vez en libertad, estableció una radio clandestina para comunicarse con la Argentina.

En Santiago también se reencontró con Alicia, que había sido finalmente liberada. Allí se casaron, pero a los tres días, mientras disfrutaban de una suerte de luna de miel, Cooke recibió un mensaje del líder. Debían viajar a Caracas para volver a encontrarse, al fin, con Juan Domingo Perón.

El fracaso de las elecciones constituyentes de junio de 1957, hizo notorias las debilidades del gobierno de facto y era a todas luces imposible para cualquiera gobernar el país sin el apoyo de la mitad peronista de la Argentina.

En Caracas, Cooke era el encargado de negociar con Rogelio Frigerio la letra chica del pacto Perón-Frondizi. Con los votos peronistas, Arturo Frondizi fue electo presidente en febrero de 1958. A cambio, el nuevo presidente levantaría la proscripción que pesaba sobre el peronismo

Durante su asunción, ante las dos cámaras del Congreso, Frondizi dio un encendido discurso que prometía cambios: "Mientras dure nuestro gobierno, en la Argentina nadie será perseguido por sus ideas ni por su actuación política o gremial. El Poder Ejecutivo considera que debe ser derogada toda legislación represiva de las ideas y suprimidos los organismos creados a tal fin. Cualquier ciudadano podrá elegir y ser elegido y todos los partidos políticos podrán constituirse y desarrollar libremente su actividad".

Cooke, en tanto, por orden de Perón, recorría Latinoamérica estableciendo contactos con grupos de izquierda de todo el continente. Venezuela, República Dominicana, Brasil y finalmente Montevideo, donde estableció el Comando Adelantado, desde donde siguió operando las acciones de la resistencia.

Viajó varias veces a Buenos Aires a entrevistarse con Frondizi, a pesar de seguir legalmente prófugo. En Montevideo vivía en la casa de un compañero exiliado. Su cuñada relató: "Cada tanto Carlos –el hermano- y yo viajábamos para llevarle al Bebe ropa y comida, porque no tenía nada. Llevaba puesto el mismo calzoncillo, la misma camisa y el mismo pantalón con los que había viajado".

El romance entre Frondizi y Perón duró poco tiempo. "Frondizi asumió el 1º de mayo del 58 y lo primero que hizo fue ascender a Aramburu y a Rojas. Entonces empezó a producirse una conciliación del gobierno con los militares", recuerda Galasso. El 16 de septiembre, menos de cuatro meses después del discurso de Frondizi ante la asamblea legislativa, Perón difundió un comunicado en el que llamaba a la "agitación de masas". Los gremios declararon una huelga general, el presidente declaró el estado de sitio y encarceló a peronistas y militantes de izquierda. El pacto estaba roto.

Dos semanas más tarde, el líder le escribía a Cooke: "El incumplimiento de los compromisos firmados con nosotros y tácitamente establecidos con todo el pueblo lo van llevando al desprestigio y colocándolo en la más absoluta orfandad, en tanto él intenta formar sus propias fuerzas recurriendo a procedimientos tan falsos como ineficaces".

El 10 de octubre Cooke fue apresado por la SIDE cuando llegaba al aeroparque para apoyar la lucha de los petroleros. Estuvo detenido en el penal de Villa Devoto hasta el 11 de diciembre.

El comienzo de 1959 encontró al país en un momento crítico y la figura de Cooke se agigantó. Luego de los cambios en la estructura que Perón había introducido durante el año anterior, la cúpula del movimiento había quedado en manos de la burocracia sindical, y la figura de Augusto Timoteo Vandor, gremialista metalúrgico, acaparaba la conducción con valores opuestos a los que Cooke venía sosteniendo desde el 55

"La burocracia sindical surgió del pacto Perón – Frondizi. Una vez que se concretó el pacto, la CGT ya era legal y Perón ya no necesitaba a alguien como Cooke", recuerda Lucio di Iorio, militante peronista de aquella época que conoció a Cooke.

A principios de enero, Cooke inauguró una unidad básica en Berisso. Su figura era la más popular entre las bases peronistas y cuando, el 15, los trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre iniciaron una huelga, el fue el primero que anticipó lo que vendría: "Esta huelga es política –dijo entonces-, obedece a móviles más amplios y trascendentes que un aumento de salarios o una fijación de jornada laboral. Aquí se lucha por el futuro de la clase trabajadora y por el futuro de la Nación".

Dos días más tarde, por presión de las bases, las 62 Organizaciones Peronistas lanzaron un paro general en solidaridad. El gobierno reprimió con más de 3 mil efectivos armados y en tanques.

Al día siguiente fue el barrio de Mataderos el que protagonizó la insurreción popular, reprimida salvajemente por fuerzas policiales comandadas por el comisario Luis Magride –que sería, en 1974, jefe de la Policía Federal durante el gobierno peronista. Los rumores ubicaban a Cooke aquí y allá. En La Plata, discursando en la universidad. En Mataderos, luchando contra la policía. En Berisso, resistiendo en el frigorífico. En República Dominicana, dialogando con Perón. Cooke ya era una leyenda entre los luchadores, una figura ejemplar.

El peronismo, para esa altura, ya sufría una división insalvable, una grieta que prefiguraba los acontecimientos de las décadas por venir. El Comando Superior y el Consejo Coordinador y Supervisor del Movimiento, dos órganos creados para reemplazar al Comando Táctico, eran quienes manejaban el movimiento, y la inquietud en las bases les molestaba. Cooke, en los papeles aún el delegado de Perón, veía su capacidad de acción cada vez más reducida.

Después de la huelga, algunos grupos de la dirigencia comenzaron a hablar por primera vez de la destitución de Cooke. Oscar Albrieu, un dirigente del Consejo Coordinador ligado a sectores liberales, fue el artífice de la maniobra. Perón asistía en silencio a los preparativos.

En marzo, Perón y Cooke vuelven a encontrarse, esta vez en Madrid. En esta entrevista, el líder le exponuso sus nuevas necesidades: había que mantener el movimiento unido. Esto implicaba terminar con el peronismo obrero como un movimiento clasista. La figura de Cooke, que englobaba la lucha de las bases, ya resultaba molesta para el nuevo modelo que Perón quería implementar. Aunque aún faltaba un año para que Cooke se exiliara en Cuba y abrazara abiertamente el marxismo, fue en esa reunión que se forjó su futuro.

Durante todo 1959 continuaron los disturbios en Argentina. En mayo los bancarios pararon durante 70 días, con huelga general. El 16 de junio el ejército y la marina intentaron un golpe de Estado con la excusa de detener el avance del comunismo. La experiencia cubana ya tocaba de cerca a los argentinos.

El 24, Álvaro Alsogaray asumió como ministro de Economía. En agosto, los metalúrgicos pararon durante dos meses. Los dirigentes sindicalistas duros, quienes habían compartido con Cooke ideas y militancia, fueron alejados paulatinamente de la cúpula.

A principios del 60, Cooke viajó por primera vez a Cuba, como delegado del peronismo en un Congreso para las Juventudes. Entre sus acompañantes estaba el joven Alberto Brito Lima. Aunque volvería por unos meses a la Argentina, su futuro ya estaba decidido.

Galasso recuerda una anécdota de aquel viaje: "El Partido Comunista le había dado informaciónes a Cuba de que Cooke no era un tipo confiable, porque era peronista.

Cuando llegó a La Habana, lo detuvieron y lo encerraron en una habitación. Él pidió una máquina de escribir para mandar una comunicación a Buenos Aires y mientras está escribiendo le golperon en el hombro y escuchó que le decían, en el mejor de los porteños, ´¿Qué pasa, lo quieren poner en cana?´. Cooke se da vuelta y ve que era el Ché."

Durante 5 turbulentos años, John William Cooke encabezó un movimiento masivo con voluntad de cambio real. La mitad del país respondía a su autoridad y la coyuntura internacional le era propicia. ¿Qué le faltó a Cooke para movilizar a las masas y conseguir sus objetivos? Di Iorio tiene una respuesta muy clara: "lo que le faltó a Cooke para lograr sus objetivos fue el apoyo de Perón".

El Gordo

Milonguero por vocación, eximio bailarín, rondaba los bailes en la que fue la época dorada del tango. John Wiliam Cooke, de cualquier manera, reservaba su origen irlandés para las partidas de poker, que lo tenían como protagonista y frecuente vencedor. Al Bebe le gustaba la noche, un "güisquicito" con amigos, las mujeres, la madrugada. En esas interminables tertulias podía mezclar la política con los caballos, el boxeo y otras pasiones, sin que sus colegas perdieran en entusiasmo.

De panza prominente, con cierta tendencia a la obesidad, su imagen no parecía la de un héroe vernáculo, pero a través de los años se convirtió en un luchador consecuente, peronista fiel y combativo, como para equilibrar el Movimiento, esa ensalada llena tanto de entreguistas en la dirigencia como de potenciales revolucionarios entre los trabajadores. En la vida política siempre resaltó por la profundidad de su discurso, que lo denotaba como un ávido lector. También demostró su capital organizativo cuando empezó a articular la Resistencia. Y su valentía en la clandestinidad y la prisión.

Cooke tenía las manos limpias, buen diálogo con las bases y una autoridad moral e intelectual intachable. Por eso era respetado en todos los sectores del peronismo, donde burócratas y demás fauna politiquera aguardaban algún tropiezo para llenarlo de críticas. Su simpleza y humildad también asombraban: hasta su diputación iba tirando con changas y en el exilio no tenía para comprarse ropa, a pesar de ser virtualmente el segundo de Perón.

En Alicia Eguren, esa impulsiva poetisa, encontró la mejor complementación amorosa. La pasión, la militancia, el peronismo, el marxismo, la prisión, la lucha, el exilio fueron palabras que los unieron. En Cooke se halla a uno de los personajes más apasionantes de la historia política argentina. No le pudo ganar al pucho y al cáncer de pulmón, aunque en su casi medio siglo de vida dejó un legado que no puede desestimarse.

El Gordo fue un diputado que se negó a votar por las Actas de Chapultepec impulsada por el propio Perón, fue quien defendió la Revolución Cubana con un arma en la mano en Bahía de Cochinos, quien se escapó increíblemente a Chile, quien disparó contra los marinos en aquel junio belicoso, quien apoyó la revuelta en Mataderos, etcétera. Los hechos concretos son los que describen mejor al Bebe y explican su lucha consecuente, que lo diferencia abismalmente de otros dirigentes. Esa lucha que no prosperó por estar definitivamente comprometida con la clase trabajadora.

Su compañera de vida, Alicia Eguren, amiga del Che Guevara lo acercó definitivamente a la revolución cubana en 1960, donde participó en la defensa de Bahía de Cochinos frente a la invasión norteamericana.

Cooke regresó a la argentina en 1963 e intentó la fusión del peronismo y el guevarismo. Alicia y John participaron de la formación de grupos de apoyo al Che en su intento de regresar a Argentina vía Bolivia. John murió en septiembre de 1968. Escritora y poetisa, Alicia fue desaparecida en enero de 1977. Conducida a Campo de mayo y posteriormente a la ESMA , fue tirada en unos de los llamados vuelos de la muerte.

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